Georgy era una persona amiguera, llena de vida y de proyectos. Por eso me costó mucho creer que tenía cáncer. La última vez que le di un abrazo fue cuando hacía cola para ingresar al concierto de Overkill en el Vocé, el año pasado.
El día de su velatorio -el lunes de la semana pasada- el local parecía un concierto metal, porque decenas de metaleros de todas las épocas se acercaron a darle el último adiós. Pude percibir que esa hermandad metálica de la que tanto se habla y que muchas veces parece un ideal utópico, se hizo realidad, motivada por el dolor, por la tristeza, pero también por la solidaridad.
Las hordas fueron a despedir a un músico que escribió un capítulo importante en la historia del metal peruano con Kranium, pero sobre todo, a un ser humano de buenos valores y sentimientos.
Georgy nos ha dejado su ejemplo de lucha, de no rendirse ante la adversidad hasta el final. Siempre lo recordaremos, sobre todo al escuchar su gran legado musical plasmado en el disco Testimonios (1999).
Sombríos horizontes, futuro incierto
niñez perdida, ruptura emocional
vuestra alegría, es vuestro dolor
porque la vida y la muerte son una
Sonrisas y lágrimas, son tú conflicto
te preguntas, ¿qué es morir?
Es erguirse desnudo en el viento
y fundirse en el Sol
Cuando más profunda
es vuestra alegría,
más profundo el dolor
En nuestro corazón...
En nuestro corazón
Dos sonrisas, una lágrima
es el término de una vida,
cuando un ser querido
deja de respirar
Se libera el aliento
para que pueda elevarse y expandirse
En busca de lo divino
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