miércoles, 13 de abril de 2011

Ozzy, una noche de locura en el Monumental


Foto: Roberto Cáceres

Locura sana. Locura vital. Locura por el heavy metal. Ozzy Osbourne nos regaló una noche de nostalgia, de pesadez, de oscuridad, de una energía mágica que te envuelve, te sacude y te inspira. A sus 62 años, el padre del heavy metal todavía canta y se mueve sobre el escenario, dando una lección de vitalidad pese a llevar una vida de excesos harto conocida.
Sus pasos cortos, sus aplausos medio descoordinados, su mirada perdida y su postura encorvada, hacen de él un personaje de fábula, con un alma tortuosa, pero llena de genialidad. Es de esos seres únicos que morirán en su ley digan lo que digan.
El diario del loco se abrió puntual (9:00 pm), hora inglesa. Su aullido inicial fue con un clásico de 1983, Bark at the moon. Miles de imágenes me invadieron de mi adolescencia, cuando con mi primo empezábamos a coleccionar música, él vinilos, yo cassets.
La nostalgia se rompió con Let me hear you scream, de su último disco editado el año pasado. Todos gritamos en la Explanada del Monumental. Pero otro clásico, Mr. Crowley (1980), nos llenaba el alma nuevamente. Ozzy nos hizo una reverencia y nos dijo que nos amaba. Se puso la bandera peruana sobre el cuerpo y empezó a repartir espuma a diestra y siniestra a la primera zona.
Siguió I don’t Know, también de su primer disco solista Blizzard of Ozz, y el primer regalo sabático de la noche con Fairies wear boots. El éxtasis en Ate llegó al máximo con Suicide Solution, Road to Nowhere, War Pigs (Black Sabbath) y Shot in the dark.
Siguió Rat Salad (Black Sabbath) y una pausa para que Ozzy recargue energías mientras Gus G. destrozaba con sus solos y con una hermosa entrega de El Cóndor Pasa. El baterista Tommy Clufetos tampoco se quedó atrás y aporreó los tambores como los dioses. El ‘Ozzy presidente’ se dejó escuchar en la explanada ante la risa cómplice de la gente.
La parte final no pudo estar mejor: Iron Man (Black Sabbath), I don’t want to change the world, Crazy Train, Mama, I’m coming home y para cerrar, la infaltable Paranoid (Black Sabbath). Ozzy prometió volver, ojalá sea con Black Sabbath. Sería histórico.

El telonero
ARSENAL irrumpió en escena a las 8pm. En 30 minutos tocaron cinco temas: Lo Adverso, Muerto en vida, Redención, Rendidos y No Hay futuro. Su actuación fue correcta. Concierto a concierto va ganándose al público más joven, que empieza a corear sus letras y a darle su aplauso incondicional. En comparación con su presentación del año pasado como telonero de Megadeth, esta vez el sonido no jugó a su favor. La batería estaba por encima de todo mientras que las guitarras sonaban muy agudas y con un sonido disperso. Incluso, las voces se escuchaban más gritadas que cantadas. Por lo menos esa es mi percepción desde la zona Crazy Train. Pese a las dificultades, ARSENAL hizo un show respetable y año a año se consolida como una de las propuestas más serias de la escena local.

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